miércoles, 21 de mayo de 2008

Jugar a ser dios

La vida es un proceso de selección constante. Queremos que nos elijan para ser del equipo de fútbol en el patio del colegio; luego luchamos para que nos llegue la nota para hacer la carrera que pensamos que queremos; más tarde, nos esforzamos en el trabajo para que nos encarguen cosas interesantes.

Pero, como todos sabemos, no se trata de un proceso de selección natural. No existe ningún dios omnisciente y justo que garantice que el elegido será el mejor de los candidatos, el que más haya trabajado para ello y el que tenga las cualidades idóneas. Nos hemos tenido que resignar a que, en dicha elección, influyan factores de toda índole que vienen adulterar el proceso de selección. Es el triunfo de la mediocridad, en muchos de los casos... sobre todo, cuando no nos eligen a nosotros. Especialmente cuando el profesor elige al pelota de la clase, que no sabía hacer los deberes y que sólo puedo resolver el ejercicio porque tú se lo habías explicado antes...

Pero los medios de comunicación nos permiten jugar a ser dioses por un día. Me refiero no sólo a que tenemos la capacidad de escoger entre la oferta mediática y comprar un periódico u otro, sino a que, desde hace unos años, han proliferado una serie de programas que nos permiten juzgar a personas y que nuestra decisión sean vital para ellos. Los reality shows, entre otros muchos factores, han triunfado por la capacidad que tenemos los espectadores, desde casa, de hacer y deshacer (o creer que lo hacemos) por tan sólo 1,20€ que cuesta un sms. Tal es su éxito, que algunas cadenas los han convertido en un elemento de continuidad en sus programaciones, como lo son los informativos. Es el caso de Telecinco y de Cuatro.

Pero lo verdaderamente interesante es cómo ambas cadenas han conseguido hacer del proceso de selección, del casting, un evento en sí. Se ha trasladado el objeto de atención al proceso de selección. Con una visión histriónica de los polis buenos y malos, las productoras han conseguido crear un nuevo tipo de programa que se basa, simplemente, en mostrarnos cómo se juzga con crueldad a los demás. Nos sentamos en casa y vemos cómo se insulta a unos chavales de forma despiadada... y nos reímos. Porque es el único lugar en el que podemos jugar a ser jueces y en el que nos podemos vengar de todas las críticas injustas que hemos recibido en nuestra vida, de los que no nos valoraron por nuestras aptitudes sino por sus peregrinas manías.

Entiendo porqué vemos esos programas de casting, pero no entiendo porqué se somete la gente a ellos (no les juzgan ya bastante a diario? sin que medien las cámaras?). Nadie que participe en Operación Triunfo, Gran Hermano, Supermodelo o similar debe esperar 'salir colocado'. Eso ya pasó, hubo saturación en el mercado. Probablemente sea porque alguno espera que le toque la china y no sea juzgado por las cualidades que se buscan en el programa sino por simpatía o patetismo (no es el caso de Esther en OT, Amparo en Supermodelo o Marcos en Fama?). Y lo peor es que, a algunos les sale bien! Y eso, con ese nivel de incongruencia, sólo pasa en la televisión... o no? Es más, en algunos casos les sale muy bien... que se lo diga a Chikilicuatre!
Lo más curioso es que a estos tres personajes televisivos les ha ido bien precisamente porque han sido votados por otras cualidades, muy diferentes a las que se buscaba en el programa. Y eso es justo lo que nos molesta tanto en la vida real: que escojan a un compañero nuestro porque es más afín o graciosillo que nosotros, pero no porque esté más capacitado. Sin embargo, ven a estos chavales en la tele y hace gracia su patetismo, su verdadera confianza en sus inexistentes aptitudes, y el público se congracia con ellos y les da su apoyo, en detrimento de otros más válidos.
Cómo es el telespectador... Nos gusta jugar a ser dios para poder hacerlo tan mal como él.