lunes, 12 de abril de 2010

Que los maten!!!

Nacho Abad contaba, esta mañana, que un grupo de jóvenes bándalos tenía atemorizado a un pueblo de La Coruña. Destrozan cristales, rompen mobiliario público y hacen pintadas insolentes.

El plano mostraba una pared en la que los delincuentes habían escrito "PUTA POLICIA" (consigna bien conocida de manifestantes y amantes del botellón). Y el escudriñador de basura ha espetado: "¡Ni siquiera saben que 'policía' se acentúa en la i!". A la cárcel de la gramática y la ortografía!!


Probablemente los jóvenes saben que policía se acentúa en la 'i' aunque no hayan caído en que también se tilda; puede ser porque tuvieran que salir corriendo de dicha policía o porque no querían demostrar un nivel de conocimientos lingüísticos demasiado elevados y así despistar a sus perseguidores.


Sea como fuere, el espacio de Nacho Abad en Ana Rosa es aberrante y muy poco progresista. No porque se hable de sucesos, sino porque el único mensaje que se infiere de su discurso, día a día, es: "hay que eliminar la ley del menor, los chicos que con 14 años cometen un crimen deben ser juzgados sin atenuantes ni contemplaciones, ir a la cárcel con sus padres y, junto a ellos, no salir nunca más de allí".


Día tras día, el comunicador mete sus manos en la sangre y se deleita con ello. Busca cada pelo, cada esputo y cada foto que las víctimas hayan mostrado y se relame en las teorías más grotescas y, sobre todo, en que los jóvenes son culpables hasta que se demuestre lo contrario. Todo esto, en España, un país donde la delincuencia alcanza las cifras más bajas de Europa.


Ana Rosa entrevista a los padres de las víctimas y conduce sus preguntas por los caminos del morbo y la venganza: "¿ustedes creen que la pena se queda corta?, ya nadie les va a devolver a su hijo pero les consolaría que la pena fuera lo más alta posible, ¿qué le diría usted al juez sobre su hija para que comprendiera mejor el crimen?, ¿su hijo era muy buena persona?".


Es un discurso a favor de la cadena perpetua, de que la ley sea más dura con el menor y de que se elimine la presunción de inocencia; de que los padres de las víctimas legislen (véase el caso Mariluz o Neyra, sobre el que hablaré otro día) y de que se elimine de nuestro ordenamiento legal la finalidad de reinserción que tiene la cárcel.


La audiencia de Ana Rosa escucha esto día a día. Es un mensaje que, como una lluvia fina, calará. Y me da miedo. Porque son muy pocos los menores que delinquen en España, porque todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario, porque la cárcel debe tener una función reeducativa que se está obviando y, sobre todo, porque si ponemos a los padres de la víctimas a legislar sobre homicidios o a quienes han sido estafados a juzgar delitos económicos, tendremos un sistema legal revanchista, caliente, injusto y que sólo busque la venganza y el castigo ejemplar.

viernes, 9 de abril de 2010

Sardá con todos y todos con(tra) Sardá

Esta semana Javier Sardá ha sacado un libro. El peregrinaje de promoción al que obligan las editoriales le ha llevado por todas las cadenas privadas. El gran gurú de Tele5 estuvo en Antena 3 y Cuatro!!!! para que luego digan que la televisión española no es plural.


Sardá es como es o, mejor dicho, Sardá intenta ser como fue. El presentador más exitoso de la televisión privada, un transgresor que evolucionó desde la calidad y la creatividad a la polémica agresiva casi sin darnos cuentas un chico moderno de Barcelona que se abrió paso en la tele con unos interesantes colaboradores que dieron paso a una caterva de personajillos de medio pelo que vendían su alma y su cuerpo por cinco minutos de fama.


Todo eso fue Sardá... pero ya no more. La televisión es fugaz, todo se olvida rápido y los gustos mutan a una velocidad terrible. Muestra de ello es el batacazo que se dio intentando revivir Crónicas Marcianas en La Tribu.


En su promoción pasó por Antena 3, Cuatro y su casa. El resultado no pudo ser más dispar, aunque había algo común: Sardá quería ser un escritor bohemio y protagonista, quería resucitar su carisma y atracción de la cámara pero quedaba lejos de quién fue y eso le daba cierto aire de patetismo. A pesar de ello, lo triste fue que los presentadores se vieron sobrepasados por la locura transitoria del escritor-showman. Una, Susana Griso, decidió que lo mejor era que Sardá hiciera lo que quisiera y se moviera por el plató libremente, que llevara el programa. Otro, el más patético de todos, el capataz maligno Jorge Javier Vázquez, iba decidido a hundir a Sardá, a demostrarle que él había triunfado más en Tele5, que ahora mandaba mucho, que Sardá ya estaba olvidado... cuando uno se esfuerza tanto en desmoralizar a su rival es, sin duda, porque le tiene una gran enquina y envidia y, por supuesto, porque éste es incuestionablemente importante. Y, el tercero, Pablo Motos, fue el único que consiguió que Sardá fuera él pero dentro de la locura de su programa.


Pablo Motos siguió con el Hormiguero y consiguió que Javier Sardá, aunque intentara ir de gracioso y protagonista, se amoldara al ritmo del programa y actuara como entrevistado.