lunes, 22 de septiembre de 2008

Un programa 10?



Un programa 10 es novedoso, sorprendente, positivo y enriquecedor para el que lo ve. Después de 10 ediciones, por qué los españoles seguimos viendo Gran Hermano?


Somos el único país del mundo que ha sufrido casi una década de este reality que fue, sin duda, revolucionario en la televisión pero que, actualmente, no sólo está desgastado sino que ya ha perdido su capacidad de regenerarse. Comenzó siendo un experimento sociológico (adulterado) y se perpetuó alternando concursantes tremendamente maleducados y broncosos con otros más singurales, atractivos o representantes de la España más profunda. Sin duda, ha habido excepciones en todos estos años de castings, gente "normal" (si es que alguien que vende su intimidad puede adaptarse a lo que consideramos normal) que no buscaba la fama a cualquier precio sino pasarlo bien y ganar un dinerillo. Pero ya está todo visto: bodas, divorcios, sexo en directo, peleas verbales, agresiones, incultura a raudales, humor de cara a la cámara, enamoramientos, borracheras, amistad, compañerismo, estrategias bélicas,... qué esperamos volver a ver? Han entrado representantes de la mayoría estadística y de la inmensa minoría (transexuales, discapacitados, extranjeros de todo el mundo, prostitutas, cursis redomadas, machistas intratables,...).


Es cierto que vemos cientos de comedias y películas románticas en nuestra vida. Cada una es diferente de la anterior aunque se mantiene ese tono, ese estilo, que nos engancha. Tal vez por ello sigamos viendo GH: nos gusta el drama, el morbo, las relaciones de los demás y pensamos que cada año es diferente en todo salvo en que sigue siendo igual en el fondo. Cambian las caras, los nombres, pero sucede lo mismo. Nos dejan mirar, complacientemente, su intimidad. Podemos comprobar si los raros somos nosotros o si estas personas hacen las mismas cosas en su casa que nosotros en las nuestras.


Pero no son sólo personas y no es su casa: son concursantes, no son ingenuos conejillos de indias de un programa que les sobrepasa. Conocen todas las claves del programa, los juegos, las mentiras pactadas, la trascendencia de sus palabras,... saben dar la mejor cara a la cámara. En las primeras ediciones se decía que nadie podía estar tres meses fingiendo una personalidad que no tenía, pero ya nadie lo cuestiona... o es que no conocéis a alguien que lleve veinte años soportando un matrimonio que detesta? o alguien que tarda años en salir del armario? Pues imaginad si le dieran 300.000€ por aguantar sólo 3 meses.


Está todo inventado, se han probado todas las estrategias: el graciosillo, la mujer callada, el bonachón ingenuo, el estratega guapito, la tigresa herida por el amor, el friki, la madre de la casa, el cateto... Y la única que nos sigue vendiendo que todo es nuevo es Mercedes Milá. Esta profesional me desconcierta. Su lado progresista, su compromiso con las causas en las que cree, chirría con su histrionismo al frente de este programa. Lamentablemente creo que lo que verdaderamente le sorprende es ver el cheque al final de mes y saber que sólo así puede seguir haciendo su Diario D. Mira que me parece sincera y divertida, en general, pero creo que ayer fue la única que quería creerse que el programa era diferente en algo a las 9 anteriores ediciones.


Parece que a los españoles (al menos a 4,5 millones) les sigue gustando ver la intimidad de gente corriente, no de famosos glamourosos que protagonicen portadas de revistas del corazón sino de vecinos como el que hay al otro lado de la pared. Pues que sepan que, simplemente, bajando a la calle, tomando un café en un bar o paseando al perro pueden conocer a esos semejantes en la verdadera vida real.


lunes, 1 de septiembre de 2008

Mala imagen... corporativa



Los nuevos distintivos de RTVE son terribles. Infantiles, excesivos, poco sofisticados y nada juveniles (que creo que es lo que buscaban a tenor del colorido).

Me recuerdan los lazos brillantes que se les ponen a los caballos de las carreras o a los números que indican el ránking de vídeos caseros de caídas y tortazos de algún programa de la televisión local. Desde luego, no ha sido una apuesta a caballo ganador sino un retroceso en seriedad y modernidad.