lunes, 13 de julio de 2009

Sangre española

No aprendemos nada de los errores. Nos pasamos el día debatiendo cuál es el futuro del buen periodismo en este horizonte de crisis en el que se desmenuza el papel de la prensa de toda la vida, y no somos capaces de mirar al pasado para no cometer los mismos errores.
El sábado murió un joven en San Fermín y Cuatro se jactaba una y otra vez de tener en exclusiva las imágenes de su muerte. Sus informativos abrían con el instante en que el toro arremetía contra el joven y le atravesaba desde el cuello al pulmón. A ella se sumaba el corifeo de cadenas que repetía sin cesar que, aunque no tuviesen la grabación del momento de la cornada, tenían el agónico desagramiento con los servicios médicos, impotentes, y el joven con la mirada ida y un torrente de sangre manando del pecho.
Cuatro fue altruista y cedío sus imágenes a otras cadenas. Pero no hubiera hecho falta... San Fermín siempre reparte para todos. Hoy El Mundo llevaba en su contraportada el momento en que un cuerno atravesaba el cuello de otro joven mientras su cara se desfiguraba por el dolor y el miedo.
¿Nadie aprendió nada de la imagen inefable de la mujer muerta y mutilada que yacía entre los escombros de un tren explosionado el 11M?
¿Cómo se habrá sentido la familia del joven muerto en San Fermín al ver la agonía de su hijo televisada y a cámara lenta?
Estamos para informar, incomode a quien incomode, de eso no cabe duda. Pero no se debe olvidar que hay datos que no son noticia sino simple morbo o espectáculo. No aporta nada ver la hemorragia del Daniel Jimeno. Si acaso, sólo debería servir para que los seguidores de esa "fiesta" se planteen lo bárbara que es y lo poco explicable que resultan las coartadas folklóricas y culturales para justificar que miles de personas corran borrachas y/o temerarias delante de toros bravos. Pero no ha servido para ello pues tanto la familia de la víctima como la alcaldesa de Pamplona lo han convertido en un homenaje a la fiesta... es un sinsentido.
De cualquier manera, aunque haya ayudado a El Mundo a vender un ejemplar más o a Cuatro a ganar unos espectadores en estos tiempos de crisis, la exhibición de la sangre y el dolor no está justificada cuando no aporta nada informativamente y, en este caso, se ha vuelto a demostrar que los medios españoles pasan la frontera ética cuando huelen la rentabilidad del dramatismo y el sensacionalismo.