¿Qué ocurre cuando un destripador decide moder y desgarrar su propio estómago? ¿Será el colmo del placer? ¿Es la forma de morir con la que todos sueñan?
Lo descubriremos en breve. Los programas del corazón españoles, la telebasura en de cada día, han decidido que ahora se hable de la vida privada más sórdida y morbosa de los propios colaboradores e, incluso, periodistas (de la talla de Karmele Marchante o Lydia Lozano, no se crean...). Es el único género televisivo en el que España crea tendencias, qué triste...
No contentos con basarse en rumores, en un populismo desmedido, en despedazar sin el menor remordimiento a cualquier famosete de medio pelo, de gritar sin parar, de ser incapaces de pronunciar un argumento racional, de hablar del consumo de drogas durante la sobremesa y reírse de que a las 17:00 tienen que ser más cuidadosos porque es horario protegido; ahora han decidido hacer de los comentaristas personajes per se. Y en todas las cadenas se habla de la vida privada de los polemistas (con quién se acostó Jesús Mariñas, que és de la vida de Mila Ximénez, cuánto lloró Lydia Lozano cuando resucitó y luego remató a Ylenia...).
La gota que ha colmado el vaso es la acusación sobre la populista, incoherente, gritona y demagoga Belén Esteban. Ello ha demostrado que el periodismo rosa español ha traspasado una línea más: los comentaristas son entrevistadores y entrevistados, criticos y criticados. No me parece mal, pues el que se nutre de la carne ajena debe admitir que otros buitres se coman su carne también.
Lo que me preocupa es... ¿a dónde va a llegar este género televisivo? ¿Palizas en directo, insultos, amenazas, trivializar la droga y los malos tratos, meterse con los muertos, airear la vida de los niños...? ¡todo esto ya lo han hecho! No sé si los programas y los espectadores les están haciendo el juego que querían a estos pseudoprofesionals pues estoy segura de que todos estos que viven de morder la mano, el estómago y lo que puedan de los famosos quieren, con su sanguinario corazón, llegar a ser famosos a los que algún comentarista les muerda las tripas algún día.