lunes, 7 de julio de 2008

La desderechización de la bandera

Un chaval con una pulserita de la bandera de España...? de derecha.

Una cunita de bebé con una bandera de España prendida en la plaquita de oro con el nombre de la criatura...? padres de derecha.


Reduccionista? Sí.

Cierto? también.


En España hemos sentido décadas de animadversión hacia una bandera que, lejos de representarnos como nación, seguía viéndose como el fiel reflejo de un régimen rancio, dictatorial y gris. La derecha se había apoderado de este símbolo nacional y, a pesar de los grandes cambios políticos que ha vivido el país, de la transición pactada y de la unión de todas las ideologías frente, sobre todo, al terrorismo, la ciudadanía no había podido volver a apoderarse de ella.


Hace años recuerdo que me compré una sudadera conmemorativa de noséqué competición deportiva entre España y Estados Unidos. Cuando mis compañeros del colegio me vieron con la banderita en los puños me preguntaron si era facha. Obviamente les dije que, simplemente, era española. Pero me di cuenta de que la bandera, como símbolo, tenía una entidad ideológica muy arraigada en el imaginario colectivo. Había sido usurpada al pueblo, como una vez le fue su soberanía, por la derecha y no había forma de democratizarla de nuevo.


A diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, en Estados Unidos o Noruega donde la bandera preside calles y monumentos con total normalidad, aquí ha sido durante décadas instrumentalizada políticamente.


Hasta que llegó el fútbol, y la desderechizó. No bastaba con ser campeones del mundo de baloncesto, de Waterpolo, de futbol sala, del tour y del giro, de Europa de volley, de Roland Garros y de Wimbledon... fuimos campeones de Europa de fútbol y un chaval llamado Íker entonó el "yo soy español, español, español...". Le siguió el mejor jugador de Europa, Xavi, gritando eufórico: "Viva España!". Y la gente agotó las banderas en los chinos para salir a la calle a celebrar la alegría de que España fuera campeona.


La bandera se ha popularizado, ha vuelto al pueblo. Se ha convertido en un símbolo de unión por el triunfo del deporte rey. Todo el mundo la paseaba por la calle y la colgaba de su balcón. En una sociedad en la que el interés por la política va decreciendo, no parecía lógico que este símbolo nacional se resistiera a la desideologización. Ya era hora de que los españoles la recuperáramos como símbolo de unión.


Pasará la euforia y la gente la volverá a guardar en el armario hasta el mundial de Sudáfrica. Esperemos que la neutralización política de la bandera duré mucho más.


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