La publicidad es un arte, en treinta segundos puedes acabar riendo a carcajadas o llorando como un niño. Ayer experimenté esas dos sensaciones en cuestión de minutos.
No sé a qué mal director de publicidad ni a qué empresario patán se le ha ocurrido la campaña de Más Movil. ¿Quién ha ideado mostrar a un hombre vomitando hasta la extenuación? Lo normal, si crees que mostrar un vómito es el reclamo adecuado para atraer clientes, es que se vea al individuo haciendo el esfuerzo o sólo la pota en sí, pero ver ambas cosas a la vez es nauseabundo, desagradable e induce a cualquier cosa antes que a pararte a pensar en qué se está anunciando.
Y ya no es sólo eso, es que todo el anuncio tiene una realización pésima (una larga e innecesaria escena del hombre al principio en la puerta de casa, luego otro segundo amago de vómito por si no hemos tenido bastante...) y no hay atisbo de humor, que suavice el mensaje. Mala idea + mala realización= nadie sabe qué se anuncia, porque la imagen de aquello es tan desagradable que no queremos ver el anuncio.
Frente a esta pobreza y penuria creativa, Coca Cola nunca falla. Es un anuncio que te deja sin aliento. Preciso, bello y que te recuerda lo que significa la marca, apela a los sentimientos en estos tiempos de crisis consumista. Nos recuerda que la vida es bella porque va directo a nuestros sentidos. Conmovedor y de una factura técnica intachable, hace que nos molesten menos los cinco minutos de publicidad al final de cada serie.